sábado, 10 de septiembre de 2011

Mi primer diseño , por Dave Santleman

Como muchos de vosotros ya sabéis, en estas semanas no me está quedando de otra más que esperar con paciencia a que se publiquen las listas de admitidos en la Escuela de Arte nº2 para saber si estoy dentro de Estilismo o no. Como eso de sentarme a esperar y no hacer nada es algo que nunca ha ido conmigo, decidí mantenerme ocupado de alguna forma, y ahí fue donde surgió la idea: ¿por qué no hacer mi primer vestido? ¿Por qué no pasar, de una vez por todas, alguna de mis ideas del papel a la realidad? Además, me serviría para ir adquiriendo práctica y soltura en vistas a un futuro como estudiante de Estilismo, ¿o no? De modo que dicho y hecho, me puse manos a la obra.
Por supuesto, ni que decir tiene que no ha resultado tan fácil como pensé que sería en un principio, y que ha habido momentos en los que he llegado a estar tan frustrado y a sentirme tan inútil con la tela y las agujas que me ha faltado un pelo para abandonar y dejar el proyecto aparcado temporalmente. No obstante, si hay algo que me sobra es fuerza de voluntad, así que hace un par de días por fin logré acabarlo. Mejor o peor; minucioso o chapucero, pero acabado.
Y como el hecho de haber completado un objetivo más no era satisfacción suficiente para mí, me he reunido con las increíbles Melania Brescia y Laura Cuadra (mi equipo habitual, para no perder la costumbre) para grabar este vídeo y ofrecéroslo en bandeja. Porque sí, necesito compartirlo con vosotros y saber qué opináis al respecto. Si os gusta o no, qué os ha parecido un acierto y qué habrías cambiado, etcétera. Así que no me enrollo más, os dejo por aquí el enlace del que ha sido mi primer vestido como diseñador y esperaré ansioso vuestros comentarios.

viernes, 2 de septiembre de 2011

El matrimonio, ¿un negocio? , por Dave Santleman


Queramos admitirlo o no, todos necesitamos tener cierta garantía de futuro a la hora de emprender algo, sea lo que sea. Nos cuesta realizar una actividad independizándola de cualquier cosa y limitándonos a pensar en el presente, así como tampoco podemos evitar el proyectar en nuestra mente los beneficios o repercusiones que dichas acciones tendrán el día de mañana. Es por eso, en mi opinión, que nos cuesta menos animarnos a hacer algo cuando sabemos que contamos con un aval de futuro. Nos da confianza, seguridad. Nos proporciona la tranquilidad que proporcionaría el tirarse de un quinto piso sabiendo que hay una colchoneta debajo que te ahorrará cualquier tipo de daño. Y es por eso, a su vez, que existe el matrimonio.
Podemos encontrar infinidad de ideologías con respecto a este tema (y ni que decir tiene que cada pareja es un mundo y ninguna ley es universalmente aplicable), pero lo cierto es que, por lo general, casi todo el mundo que contrae matrimonio lo hace porque necesitan saber que lo que les une a esa persona especial es algo más que sentimientos y palabrería. No sólo necesitan que ese amor sea algo más formal, sino que también necesitan que el resto del mundo sea consciente de ello. Porque, ¿quién sabe? Lo mismo podría no salir bien, y si no hay papeles ni documentos que demuestren nada, nos arriesgamos a que todas esas acciones que hicimos en el pasado hayan sido en vano y a no poderles sacar ningún beneficio de cara al futuro. Y es que por favor, seamos sinceros: el matrimonio es cualquier cosa excepto una prueba de amor. Es un motivo de celebración y también es un día que ninguno de sus protagonistas olvidará nunca, sí, pero no supone la consolidación de sentimientos en ningún otro aspecto que no sea el judicial. Y es que, si de verdad amas con locura, desenfreno y desinterés a alguien, ¿para qué necesitas un papel que lo demuestre? ¿Acaso no es suficiente con esforzarte día a día para que esa persona lo sepa?
No obstante, y como yo siempre defiendo, los conflictos (si es que en este caso pueden denominarse así, claro está) no surgen a raíz del hecho, sino a partir de que empezamos a ser conscientes del mismo. Siendo así, hemos terminado por convertir esa prueba de amor que se supone que es el matrimonio en todo un negocio. O quizás siempre fue así y el amor siempre fue lo de menos, vaya usted a saber.
Sea como fuere, es esa y no otra la razón por la cual los actos nupciales siguen estando tan vigentes en la actualidad como lo estaban hace años, décadas y siglos: porque hay muchos sectores y personas que viven y se lucran de ellos.
En primer lugar la Iglesia, por supuesto, pero a ésta vamos a descartarla de la lista porque desde hace más de un siglo también existe la posibilidad de contraer matrimonio por lo civil. Centrémonos pues en lo que conlleva la celebración de ese día tan especial: alquiler de espacios donde albergar a los invitados, un cátering exquisito con el que alimentaros y hasta regalos o detalles insignificantes para que éstos puedan ponerlos en los salones de sus casas en conmemoración de aquella unión de la que fueron testigos. Pero, sin lugar a dudas, lo más importante de todo es la indumentaria de los novios; porque no sólo basta con intercambiarse los anillos en el altar, también tienen que estar radiantes y guapísimos con sus mejores galas (que sólo llevarán ese día) para salir perfectos en el vídeo o las fotos que les hará el fotógrafo que han contratado por horas. Todo esto se traduce, como no podía ser de otra forma, en dinero. Gente que lo gasta a espuertas para obtener estos servicios y gente que lo gana proporcionándolos.
Quizás sean esas las razones por las que yo, que me considero menos hipócrita que todo eso, nunca he creído en el matrimonio. Pero, si hay algo que me irrite, no es todo ese negocio integrado por industrias multimillonarias que existe en torno al matrimonio, es cuando hasta el propio matrimonio en sí es un negocio. Un intercambio de intereses. Como cuando, antiguamente, un noble se casaba con un burgués por su dinero y un burgués se casaba con un noble por su título.
Hoy en día esas divisiones sociales se han perdido, es cierto, pero esa clase de matrimonio sigue tan vigente como entonces. ¿El mejor de los ejemplos? Las uniones entre respetables magnates de edad avanzada y sublimes muchachas con un futuro prometedor en la telebasura. Él le proporciona a ella los medios pertinentes para alcanzar sus ambiciosos objetivos y ella, a cambio, le ofrece a él su cuerpo y su belleza para satisfacer sus más primarios instintos. Aunque claro, existen tantos casos como personas hay en este mundo.
Finalmente, y por lo que a mí respecta, puede que algún día tenga que tragarme mis palabras. Sí, puede que algún día termine cayendo en el saco y celebrando un banquete magnífico en un salón estupendo con centros florales a juego con la tapicería de las sillas; pero, de momento, prefiero ser más práctico, amar sin dejarlo por escrito y gastarme mi dinero en algo que sí que me ofrezca una garantía de futuro: jerseys, pantalones y, en general, prendas de Carolina Herrera, Ralph Lauren o Burberry. Eso sí que dura para siempre.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Dibujos del pasado , por Dave Santleman

Bueno, como ya van dos entradas seguidas de artículos con párrafos eternos, he decidido variar un poco y rescatar de mis cajones algunos de los dibujos que he hecho a lo largo de este último año para compartirlos con vosotros. Mis favoritos, concretamente. Ahí van, espero que os gusten:

● Bocetos de moda:




● Retratos:

- Adrián

- Claudia


● Celebridades:

- Marilyn Monroe

- Eva Longoria


● Y por último, ¡mi preferido!

lunes, 22 de agosto de 2011

Obsesiones , por Dave Santleman


De una forma u otra, todos buscamos triunfar en la vida. Ansiamos el éxito y, una vez que lo hemos probado, no sólo nos resistimos a dejarlo ir, sino que encima queremos más y más. Siendo así, numerosos son los libros, artículos, reportajes o personas que, a lo largo de la historia, han hablado de él e incluso se han atrevido a indicar una serie de pautas o requisitos precisos para alcanzarlo. El ejemplo más cercano que se me ocurre es ese libro tan popular como pequeño, denominado "El Secreto" y escrito por Rhonda Byrne, ¿sabéis cuál os digo? Y es que, efectivamente, existen claves para triunfar en cualquier cosa que uno se proponga. Y una de las más importantes es, en mi opinión, la autoestima.
Puede que suene a tontería, pero es verdaderamente increíble lo lejos que se puede llegar en la vida teniendo fe en uno mismo. La confianza nos da esperanza, nos hace ver más ameno el camino hasta nuestros objetivos y nos impulsa a correr para llegar hasta la meta. Una persona insegura puede llegar a lograr las mismas cosas que otra que no lo sea, por supuesto, pero tardará el doble e incluso el triple de tiempo en hacerlo.
De esta forma, y aparentemente, el problema lo tendrían aquellos que no sean capaces de creer en sí mismos, ¿no es cierto? Pues no, porque si hay algo frágil como el cristal dentro del aspecto psíquico de los humanos, eso es la autoestima. Nadie, por mucho que presuma de ello o lo aparente, posee una autoestima inquebrantable.
Pero, en ese caso, la pregunta sería: ¿qué cosas son las que la quebrantan o pueden abrir grietas en ella? Como es evidente, hay muchas, pero yo creo que la más destacable de todas son los defectos. Desde luego, no es una novedad que nadie es perfecto y que todos tenemos defectos. Unos tienen unos, otros tienen otros y éstos pueden coincidir o no entre sí, pero nadie se libra de ellos. No obstante, ahí no está la raíz del conflicto. El problema no está en tener defectos; el problema surge cuando empezamos a ser conscientes de ello: cuando nos miramos en el espejo y nos damos cuenta de que no nos gusta lo que vemos, o cuando estamos viviendo alguna clase de acontecimiento y, de repente, es como si nos viésemos a nosotros mismos en tercera persona, comportándonos, haciendo o diciendo algo que tampoco es de nuestro agrado.
A partir de ahí es donde empieza el peligro, donde tenemos que ser cautelosos y cuando tenemos que aprender a controlarnos. Los grandes expertos recomendarían trabajar duro para suprimir esa imperfección, por supuesto, pero todos sabemos que en esta vida no todo es blanco o negro, y que las cosas son bastante más complicadas en la práctica que en la teoría. Por eso mismo, y contando con que fuese un defecto eterno e intrínseco en nosotros, mi consejo no es otro más que asumirlo, aprender a vivir con él y no prestarle demasiada atención. ¿La razón? Porque, de lo contrario, el defecto puede desembocar en inseguridad, la inseguridad en obsesión y la obsesión puede llegar a controlarte. Creedme que sí.
Por ello, desvía tu atención de las cosas que te desagradan de ti y aprende a quererte por aquellas que sí que te gustan. Y no sólo eso: poténcialas y expándelas al mundo. Tu autoestima nunca será inquebrantable, pero sí bastante más resistente, y verás como, antes de que hayas podido darte cuenta, lo bueno de ti habrá crecido tanto que lo malo lucirá ridículo a su lado. Incluso es probable que, poco a poco, aquello que considerábamos innato vaya desapareciendo por sí solo. Y este consejo no os lo da alguien que haya triunfado en la vida gracias a su autoestima, os lo da alguien que permitió que un defecto se convirtiese en obsesión y que ahora se encuentra con el doble de trabas en su ascenso al éxito. No sigáis mi ejemplo.

domingo, 21 de agosto de 2011

Lo natural vuelve a ser tendencia , por Dave Santleman


Como a muchas personas, me gusta estar al día en la gran mayoría de los aspectos. Si bien es cierto que es importante conocer el pasado de nuestra sociedad (pues, gracias a ello, podemos ser conscientes de los errores cometidos tiempo atrás y evitar repetirlos para seguir evolucionando), tanto e incluso más lo es el conocer el presente, ¿o acaso hay algo más primordial que adquirir conciencia del mundo y el entorno en el que vivimos?
No obstante, últimamente hay algunos ámbitos cuyas novedades me apetece oír cada vez menos. Y uno de ellos es, sin lugar a dudas, la industria musical. Siendo así, y si nada más que fuese por eso, me encantaría haber nacido hace unas cuantas décadas. Sí, en aquella época ya lejana donde lo importante era el talento y la valía de los cantantes y músicos, donde lo admirable era la pasión con la que éstos componían sus letras y donde el escenario, los bailarines o las coreografías quedaban eclipsados por las maravillosas voces o virtuosas manos de aquellos que sí tenían derecho a ser denominados artistas. En lugar de eso, y por desgracia, vivo en un momento en el que lo exitoso es, exactamente, todo lo contrario: personas que lanzan y cantan temas compuestos por otros y que ni siquiera son capaces de defender con dignidad en directo, razón por la cual se apoyan en una estrambótica indumentaria, en un escenario al que no le falta el más mínimo detalle en lo que a decoración se refiere y en un grupo de bailarines cuya función es distraer al público de las nefastas cualidades vocales de su ídolo. En síntesis, pura fachada e hipocresía: la estética ha relevado al talento.
Por eso mismo, y justo cuando ya estás totalmente decepcionado, sorprende gratamente encontrarse con alguien que, a pesar de ser relativamente nuevo en la industria, trae consigo ese fantástico sabor del pasado, el recuerdo de aquella época dorada de la factoría musical.
Aunque afortunadamente hay varios ejemplos, en este caso estoy hablando de la extraordinaria, sensacional e inconfundible Adele. Adele es una cantante británica de 23 años a la que yo descubrí cuando se dio a conocer en 2008 con su single Chasing pavements, que seguro que muchos recordaréis.

Pero Adele es mucho más que una mujer con una voz prodigiosa (tanto en el estudio como en directo) y el significado perfecto de la palabra artista, también supone un ejemplo casi idílico de la mujer contemporánea: segura de sí misma, trabajadora y exitosa.
Segura de sí misma porque el hecho de que vista de una manera clásica y elegante pero alejada de las tendencias o el caso de que no entre dentro de los cánones de belleza actualmente establecidos han estado siempre lejos de echarla para atrás ni de preocuparla: es capaz de admitir con desparpajo que su algo más que voluminosa silueta se debe a su pasión por la comida y su odio por los gimnasios, y que no necesita adelgazar ni cambiar su estilo o forma de vestir porque ella, según palabras textuales, "hace música para el oído y no para la vista".
Trabajadora porque no sólo da la cara y defiende sus temas musicales de una manera algo más que grandiosa ante el público, sino que también es la encargada de ellos: compone cada una de sus letras. Unas letras escritas desde el corazón y la experiencia personal, razón por la cual llegan al alma de tantísimas personas que se sienten identificadas con la trayectora sentimental de la artista.
Y exitosa por lo anteriormente mencionado pero, sobre todo, por su personalidad arrolladora: modesta, pues aunque es conocedora de sus méritos y no le importa admitirlos, siempre lo hace con sorprendente humildad; y sencilla, porque lleva una vida tan tranquila y alejada de los escándalos como antes de ser famosa y porque no tiene que servirse de trucos ni artimañas para engañar al público. Le basta con su mera presencia y un micrófono para emocionar a cientos de personas que, encantados, pagan por ir a verla.
De modo que díganme, ¿será éste el comienzo de una nueva era, el regreso del esplendor al mundo de la música? Lo cierto es que no tengo ni idea, pero, de ser así, Adele (que ya va por su segundo álbum de estudio) siempre podrá presumir de haber sido una de las pocas que enterró la mediocridad y abrió las puertas a lo majestuoso.